Hace unos meses leí un libro (un librito, más bien) de Elena Poniatowska llamado «Querido Diego, te abraza Quiela». La novela recrea las cartas de amor que le hubiera escrito Angelina Beloff a Diego Rivera. Y qué cartas, todavía no supero tanta pasión agonizante.
Angelina era rusa, pintora. Fue la primera esposa de Diego. Vivió en Paris con él durante diez años. Tuvieron un hijo que murió de pulmonía al año y medio de edad. Pocos años después de la muerte de su hijo, Diego regresó a México con la promesa de mandarle dinero a Angelina para que ella lo alcanzara.
Él la engañó varias veces durante su matrimonio. Según el libro, le dedicaba poco tiempo y pocas veces le demostraba su cariño. Ella lo amaba profundamente, lo cuidaba con amor maternal e incondicional. Tras su partida, le escribió cartas desgarradoras durante meses. Lo esperó durante años. Se sabe que Diego sí recibía las cartas, pero nunca respondió.
Once años después, Angelina viajó a México para buscarlo. Se encontró con él en un concierto en Bellas Artes, pero él aparentemente no la reconoció. Ella vivió en México hasta su muerte y su obra está expuesta en el museo Dolores Olmedo.
Después de leer este libro, me encuentro a Diego por todos lados, o tal vez siempre había estado ahí y me era indiferente. Pero ahora, independientemente de admirarlo como artista, cada vez que lo veo me es imposible no tenerle un poquito de repele. Me cuesta trabajo entender como un gordo-ojos-de-sapo pudo haber enamorado a tal grado a una mujer. Qué digo a una, a varias.
Después me enteré que él algún día declaró: “Angelina me dio todo lo que una mujer puede brindar a un hombre. En cambio, ella recibió de mí, toda la miseria que un hombre puede infligir a una mujer”
Aquí, al Diego que me encontré este fin de semana -varias veces- en los últimos 10 kilómetros pre-maratón y algunas cosas más…
Todas hemos sido Diegos y Angelinas alguna vez en la vida…
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Muy interesante, la vida de Diego y todas las mujeres que estuvieron sentimentalmente ligadas con el no lo veían físicamente solo veían su interior y según cuentan era increíble. Algo debía de tener. Lindos comentarios Vero. Gracias.
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