La magia de describir un lugar sin haberlo visto nunca antes.

La facilidad con la que podemos tomar una foto en cualquier momento nos ha hecho perder la capacidad de describir un lugar con palabras. Antes de que pudiéramos enviarle a alguien una imagen con sólo hacer dos clicks, platicábamos más, describíamos más, narrabamos lo que habíamos visto en alguna parte, los colores, los olores, los sonidos. Las emociones que se transmiten al relatar algo con palabras no podrán nunca transmitirse con una imagen.

Hace unos días me encontré con un blog escrito por corredores amateurs, que comparten por puro gusto, experiencias que han tenido corriendo. El relato de Pedro García, un español que se llama a sí mismo «mexicano de España», me conmovió.

Pedro narra a detalle, replicando palabras de su abuelo, lo que él veía mientras corría en los Viveros de Coyoacán en el DF. Me pareció mágico que haya podido describir con tal claridad un lugar que nunca ha visto antes.

Aquí replico lo que escribió Pedro para «Blog de corredores«, que lo pueden encontrar dentro de la sección de blogs del periódico El Universal:

Poco antes de morir mi abuelo me dejó en herencia el último par de zapatillas con las que corrió. Como imaginarán, éstas ya andaban algo pasadas de moda y en avanzado estado de desgaste, pero para mí tenían un enorme valor.
Durante los últimos años de vida, mi abuelo procuró relatarme con todo tipo de detalles sus experiencias vividas en México. Eran las tardes de los domingos, cuando sentados en un banco de La Era, él me hablaba como si aún estuviera del otro lado del charco y yo trataba de recrear en mi mente todo lo que de sus labios salía.

Hoy, tres meses después de su partida, me he calzado los Mizuno que me dejó (a pesar de que me quedan un poco grandes) y he salido a trotar por los caminos de Los Llanos. Han sido cuarenta minutos de trote suave en los que he tratado de recordar todo lo que mi abuelo me había contado de su estancia en el país azteca.

A pesar que nunca he salido de España, hoy mientras corría tenía la sensación de haber pisado todo lo que pisó mi abuelo. Recuerdo que me hablaba de un parque, Viveros de Coyoacán, donde él pasaba largas horas entrenando. Me decía que llegaba cuando aún no había amanecido y que ya había almas corriendo. No se escuchaba ningún ruido, salvo el de las pisadas de los más madrugadores. Sin darse cuenta, zancada tras zancada, iba clareando el día entre los altos árboles, a la vez que aumentaba el bullicio de los centenares de corredores que iban ingresando al parque.

En varias ocasiones me hablaba del olor del vivero. Decía que las mañanas que amanecía lloviendo el ambiente se enturbiaba con olor a tierra mojada, mezclada con el fuerte aroma que desprendían los pinos.

Me contó muchas anécdotas vividas dentro de los recintos del vivero, algunas ya no las recuerdo con mucha nitidez. Me dijo que un día, sin querer, mientras hacía intervalos pateó una ardilla, también me contó una bonita historia de amor que tuvo su origen en la calle Palmas, creo recordar. Y algo de que le robaron una mochila en la que llevaba ropa seca para cambiarse y sus apuntes de los entrenamientos.

Según mi abuelo, llegó un momento en el que todos los corredores que solían frecuentar el parque lo conocían, aunque fuera de vista y se pasaba la mañana compaginando los entrenamientos y los correspondientes saludos. En esto creo que exageraba,…así somos los andaluces.

En los viveros se entrenaba él y también entrenaba a diferentes grupos de corredores. Este era su primer trabajo, y de ahí se pasaba a su tienda, “Run and Run”. Según tengo entendido, antes de regresarse de México le traspasó el negocio al hijo de un amigo.

Había tardes que a mitad de sus largos discursos se le escapaba alguna lágrima, solía pasar cuando me hablaba de los grandes amigos que hizo, entonces, interrumpía su historia y rascándose la barbilla se preguntaba:”¿qué habrá sido de Luis? ¿seguirá corriendo Liz? ¿lograría Fer bajar de las 2:40 en maratón?”. Preguntas que se quedaban sin respuesta.

Me consta que mi abuelo se ganó el cariño de muchos mexicanos y prueba de ello fue la multitudinaria fiesta de despedida que le hicieron en los viveros. Según él, acudieron más de doscientas personas para darle dos vueltas al parque a la vez que se tomaron miles de fotos.

Hoy, corriendo con sus viejas zapatillas y tratando de recordar todo lo que me contó, me ha venido a la mente la promesa que le hice cuando le juré que iría a México para esparcir sus cenizas entre las hojas secas de los árboles de los viveros.

En mis próximas vacaciones, iré a México, me pondré sus Mizuno y cumpliré mi promesa.

Trataré de no enamorarme de México ni de ninguna mexicana, para no seguir sus pasos…

Para quien no conoce los Viveros de Coyoacán, aquí mi post con fotos de un poquitos kilómetros corridos ahí: T-77 Corriendo entre ardillas y pinos.

3 Respuestas a “La magia de describir un lugar sin haberlo visto nunca antes.

  1. Reblogueó esto en paumascorroy comentado:
    Pedro García es uno de mis dos entrenadores, también de cientos de personas del equipo Run and Run, su abuelo no se equivocaba al describir con presición el parque de los Viveros, lugar donde entreno casi todas las mañanas, no dudo que su abuelo fuera una magnífica persona tal y como lo es Pedro. Los invito a que corran por las mañanas particularmente en este bellísimo lugar. ♥

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