A veces corro mientras viajo, otras veces corro para poder seguir viajando y no perder un avión. Este fue el caso en Bangkok, una ciudad que conocí corriendo -literalmente-. Con cámara en mano, corrí 10 kilómetros dentro y fuera de los templos, tomé fotos en el camino y luego, seguí corriendo para no perder el avión.
Después pude volver, y disfrutarla despacito. Bangkok es una ciudad que vibra, que explota en sonidos, colores, sabores y clima. Los tailandeses dicen que tienen tres estaciones: calor, mucho calor y muchísimo calor. Y seguro es el clima lo que hace que también la gente sea cálida, sonriente, amabilísima. Sonríen y saludan con las palmas juntas frente al pecho, inclinando la cabeza a manera de respeto.
Bangkok es una ciudad barata si sabes regatear: todo es negociable, incluso en lugares establecidos. La comida, alojamiento y transportación puede ser muy accesible siempre y cuando sepas buscar. Los taxis, mejor conocidos como tuk-tuks son una experiencia imperdible, pero antes de subirte a uno, negocia el precio.
Lo que no hacen los turistas y tú si debes hacer: ir a una pelea de Muay Thai un viernes por la noche. Es el equivalente a la lucha libre mexicana, un espectáculo divertido, convivencia con locales y comida barata callejera en medio de un clima caliente y vaporoso. Imperdible.
Aquí un poco de lo que vi mientras corría en Tailandia: