El espejo en la historia ajena.

Esta es la historia de ella. La de piel morena y ojos negros, la de pelo largo y negro. Pero también es la historia de esta otra, la de piel blanca y ojos marrón, la de cabello largo y naranja.

A ella le sorprendió el color de mi pelo, a mí lo que ella estaba comiendo y cómo lo disfrutaba; a ella que yo fuera soltera, a mí su compromiso arreglado.

Tenía en una mano una bolsa de pan blanco en rebanadas. En la otra un plátano. Sacó una rebanada de pan, la dobló a la mitad y la sostuvo con dos dedos. Luego, con mucha destreza, con los tres dedos que le sobraban, peló el plátano. Le dio una mordida al pan, luego una al plátano, luego otra al pan y otra más al plátano. Cada bocado que daba parecía hacerla más feliz. Cuando iba a la mitad del plátano, se le acabó el pan, así que saco otra rebanada, siguió el ritual. Necesitó 4 rebanadas para terminar la misión.

Yo la miraba encantada, era imposible no verla. Además, tengo la maleducada costumbre de observar a la gente comer. Pero ella me observaba también, insistentemente. Las dos tratamos de disimular, pero no lo logramos, así que tuvimos que hablar.

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– ¿De dónde eres? – me dijo.

– De México. – Sus ojos se abrieron, como si le hubiera dicho que venía de Marte.

Saqué mi celular, abrí el mapa y le expliqué dónde estábamos en ese momento y dónde estaba mi país. Yo le hice la misma pregunta, obtuve una respuesta y abrí los mismos ojos que ella. Para mí, su ciudad natal también sonaba a algo tan lejano como Plutón. Estábamos a mano.

– ¿Cómo llegaste hasta aquí?

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– En un avión de aquí a acá, luego en otro de este punto a este otro y luego uno más.

Ella empezó a traducirle a su abuelo lo que hablábamos.

Bombai traducción– ¿Y por qué? ¿Tú sola? ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes?

Yo respondía las preguntas y las regresaba inmediatamente. Las respuestas eran cortas. Ambas queríamos saber más.

– ¿Por qué tienes la mano tatuada?

– Porque estuve en Dubái y ahí me hicieron un tatuaje con henna.

– Pero eso se hace a las mujeres que se casan. ¿Dónde está Dubái? ¿Estás casada? ¿Por qué fuiste a Dubái? ¿Te gustó?

Yo no alcanzaba a responderle cuando ella ya tenía otra pregunta.

– ¿Estás casada? – Preguntó otra vez.

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– No

– ¿Tienes hijos?

– No

– ¡¿Por qué no?! ¡¿No te quieres casar?!

– respondí temerosa, esperado la siguiente pregunta.

– ¿Y por qué no te has casado?

– Porque no he encontrado al hombre con el que me quiero casar.

– ¿Cómo? ¡¿Cómo que no lo has encontrado?!

El ametrallamiento de preguntas era interminable. Cada una de nuestras respuestas abrían una nueva ventana. Habíamos intimado en cuestión de minutos. No sé quién de las dos estaba más sorprendida

– ¿Y tú, te quieres casar? – Le pregunté yo. Sonrío y movió su cabeza con inclinaciones de un lado a otro. El gesto que usa la gente en India para decir que sí.

– Yo me voy a casar en dos años, cuando cumpla 18 años. Mis padres ya han elegido a mi futuro esposo.

Sentí miedo de su futuro, o envidia tal vez. Confusión. Ella tenía la certeza de que se casaría, con un hombre cuidadosamente elegido por sus padres. La tarea de la búsqueda del amor de su vida estaba hecha.

En mis primeras horas en la India me encontré con páginas enteras del periódico con avisos de ocasión buscando esposos o esposas con determinada educación, situación laboral, casta, rasgos físicos, etc. El tema me capturó y me llevó a mucha investigación durante meses posteriores.

– ¿Y te quieres casar? – Pregunté.

– ¿Estás contenta con el esposo que te han elegido? ¿Ya lo conoces? ¿Te gusta? ¿Cuántos años tiene?

Ahora era yo la que no paraba de preguntar. Ella me observaba confundida, parecía que no entendía, que no tenían sentido mis cuestionamientos.

– Sí, está bien. Está bien. No lo conozco, pero lo que elijan mis padres está bien.

Nos quedamos calladas por un momento. Observándonos, sonriendo. Luego continuaron las preguntas: ¿Por qué viajas? ¿Con quién? ¿A dónde vas después? Cada una trataba de entender la historia de la otra.

Antes de despedirnos ella le pidió a su abuelo que nos tomara una foto con su cámara. Yo tuve la suerte de que mi acompañante de viaje documentara toda esta conversación.

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Nos conocimos en un Ferry que navegaba por los 9 kilómetros que separan Bombay de la Isla Elefanta, un pedacito de tierra cubierto por cuevas que guardan la colección más vieja de esculturas de las principales deidades hindúes.

De las cuevas y de la historia de los dioses Shiva, Brahma y Vishnú no recuerdo nada. De ella lo recuerdo casi todo y me encantaría poder contarle que, tras varias semanas en la India, entendí porque sus padres le habían elegido un esposo, y porque eso estaba bien, muy bien.

Desearía decirle que su país me enseñó que el tiempo es una magnitud inventada. Decirle que ella y cada persona que conocí en la India fue un espejo que cuestionó todos mis prejuicios y que cambió la forma de entender el matrimonio, la incondicionalidad y la lealtad. Desearía saber cómo le va con su esposo y contarle también, que después de dos años, yo ya encontré al mío.

15 Respuestas a “El espejo en la historia ajena.

  1. Vero, como siempre….casi me haces llorar. Excelente artículo. Te felicito por tu manera de escribir, sabes narrar exactamente el contexto y permites que el lector, tu lector se pueda trasladar al instante mismo de la conversación.
    😀

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  2. ay no sé porque me salió la lagrima…si por tu final final feliz o por todo el relato!! me encantaría (si es no lo has hecho) que nos compartieras esa investigación que hiciste…el tema es muy importante y siempre actual y las conclusiones desde la perspectiva de una mujer de otro país y cultura serían super interesantes!

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    • No había visto tu comentario, Jakie 🙂

      No sabes cómo me impresionó todo lo que aprendí en mi investigación sobre el matrimonio-arreglado en India. Pone en duda todo lo que hemos aprendido y nuestra asertividad par elegir una buena pareja. Sí compartiré un poco, un día de estos, lo prometo. 🙂 Abrazos

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  3. Me empiezan a encantar cada vez más tus entradas, te llevan, te llevan a querer leer más, me encanta tu estilo narrativo y como estructuras los textos, me identifico mucho porque yo también en mi blog running intento plasmar una propuesta así, autentica, -más que la simple bitácora- y claro, la historia cuenta, así que yo te le diría a la chica… que ya no Verónica ya no busque más acá está su galán (Risas es broma) Saludos desde Guadalajara México.

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  4. La mirada que mira la mirada…
    Es maravilloso que aún con el paso de los años uno todavía recuerda a esas personas que se cruzaron en nuestro camino tan sólo por unos instantes durante los viajes. Gente que dejó su huella en nosotros.

    Es la primera vez que te escribo Vero, pero la mílésima vez que te leo.

    Un abrazo

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  5. Recién descubrí tu blog y me encantó…. Woooow!!! Ésta historia de verdad que me ha emocionado mucho…. Woooooow!!! Lo que uno conoce y aprende al viajar… Historias increíbles que quedaran eternamente guardadas en nuestros corazones!!! Me encantó simplemente me encantó!!!

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